Hace
tiempo que terminologías como la de “Smart City” no nos suenan
tan alejadas de la realidad del momento y producto de una fantasía
futurista. Las ciudades inteligentes poco a poco van llegando, y son
varios los municipios o ayuntamientos que toman medidas en sintonía
a las enseñanzas propias de un Máster
en planificación territorial y gestión ambiental. Y es que esta
área de estudio a priori desconocida está ganando relevancia por el
énfasis de muchas empresas y entidades públicas en unir y cuidar
dos conceptos históricamente peleados: sociedad y sostenibilidad.
Esta
es la premisa sobre la que se construye una Smart City, capaz de
aportar valor real a la población y, además, respetar el medio
ambiente para tener así un futuro factible con la mayor calidad
vital posible.
El
clásico ejemplo de calidad del aire muchas veces lo encontramos en
el énfasis de los ayuntamientos e instituciones públicas en que las
personas utilicen el transporte público para acudir al trabajo, o
bien que compartan coche con otras personas con una trayectoria
similar o compatible.
Una
Smart City va mucho más allá de este concepto, y no por ello es
contradictoria con una política de bonificación del transporte
público sostenible o de baja contaminación. Veámoslo con un
ejemplo.
Caso
práctico de una Smart City sostenible
Imaginemos
la cantidad de personas que diariamente buscan aparcamiento en
cualquier ciudad o pueblo donde (como pasa en la mayoría) encontrar
un hueco es una tarea complicada a según qué horas. Para este caso,
el uso del transporte público es una excelente alternativa, pero
también es una solución el planteamiento de una ciudad inteligente
que vele por la gestión ambiental. Para el caso, se adaptaría un
sistema de conexión en tiempo real con los vehículos que desearan
integrarse a la red, y en que se les informara de la localización
precisa de aparcamientos disponibles en las calles próximas a su
lugar de destino o allá por donde circulen.
Incluso
se podría llevar más allá este caso práctico de la sostenibilidad
de una Smart City si se creara un sistema de reservas también en
real time semejante al que tienen los taxistas para recoger clientes
que utilizan alguna app móvil para ello. De este modo, todo el mundo
tendría asignada una plaza a medida que estuviera llegando a su
lugar de destino en base a la disponibilidad (de haberla, por
supuesto), y así con un simple reconocimiento de matrícula, el
aparcamiento quedaría libre una vez el coche llegara a su lado.
Si
este caso lo ampliamos a todos los conductores de la red urbana de
cada ciudad, reduciríamos en gran medida la contaminación producida
por el exceso de coches que circulan en círculos buscando a ciegas
un aparcamiento disponible.
Ya
sabíamos que la planificación territorial debía ir de la mano de
la gestión ambiental, pero con la llegada y normalización de las
ciudades inteligentes, las posibilidades reales al respecto de la
calidad ambiental y social son mucho más prometedoras.
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